En un rincón del Matarraña se descubre este enclave gastronómico que alardea de los productos de cercanía. Hace ahora 30 años que el hotel gastronómico La Torre del Visco se empezó a hacer realidad en la cabeza de Jemma Markham y de su marido Piers. Fue en 1993 cuando por primera vez tuvieron contacto con la masía donde hoy se asienta y no lo dudaron: «Este es nuestro sitio», rememora Jemma. Su paraíso terrenal.
En este rincón del Matarraña invirtieron su patrimonio para transformarlo en su estilo de vida. Lo pensaron con la cabeza, pero lo impulsaron con el corazón y los sentimientos. Comprobaron que había agua y lo primero fue la finca, cuidar los olivos centenarios y plantar muchos más. Luego llegó la posibilidad de crear un alojamiento para dar servicio a la finca y desde entonces la rueda no ha parado.
Desde cualquier punto de vista, uno se siente arropado en La Torre del Visco, pero sobre todo desde el culinario. «Dar de comer y de beber bien ha sido una pasión compartida», comenta Jemma. Al principio, de la mano de Piers en los fogones, pero tras su fallecimiento hace ahora diez años, junto a otros cocineros. Todo ellos les ha llevado a conseguir una estrella verde Michelin por su apuesta por la gastronomía sostenible.
Verduras, flores y plantas aromáticas del huerto, el aceite de la finca, el vino de productores cercanos, la raza de ovino maellana y la ternera ecológica del Maestrazago, las semillas autóctonas… Jemma describe la suma de estos argumentos con una expresión: confitar el territorio.
Noticia vía Heraldo de Aragón.