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"Disciplínate en el descanso tanto como en el trabajo"

Artículo de Juan Carlos Cubeiro, experto en management, liderazgo y transformación del talento.

Vivimos en tiempos acelerados, en los que las vacaciones suelen ser más cortas que antaño y parece que no tenemos derecho a la desconexión digital. De hecho, cuanta mayor responsabilidad asumimos en las empresas, peor solemos sentimos cuando nos tomamos un merecido descanso.

La vida no es una maratón sino una serie de sprints que no podemos enlazar continuamente. Por eso las vacaciones, que fueron creadas en la Antigua Roma, son un signo destacado de civilización. El término “vacaciones” proviene del latín “vacans”, estar libre, estar desocupado.

El hecho de que llevemos más de 2.000 años de vacaciones no significa que hayan sido para todos. Se da la paradoja de que quienes han “trabajado” a lo largo de la Historia no han tenido vacaciones, porque el “trabajo” (de tripalium, instrumento de tortura del Imperio Romano) no daba para unos días remunerados. Los que disponían de “ocio” es porque tenían “negocios”: los terratenientes, los dueños de empresa, los directivos de alto nivel. Podemos imaginar a los aristócratas europeos en pleno siglo XVIII recorren varios países para ampliar su cultura.

En los años 20 del siglo pasado, los países nórdicos comenzaron a legislar al respecto. La II República la promulgó en la Ley del Contrato del Trabajo (1931) y Franco en el Fuero del Trabajo en plena guerra civil, aunque las vacaciones no se generalizaron, como consecuencia del desarrollismo, hasta la década de los 60. 30 días naturales en nuestro país, entre las cinco semanas que promulgó Miterrand en Francia y el caso de la República Popular China, que no se lo plantea como algo obligatorio.

Posiblemente hayas oído hablar del “karoshi”, la muerte por exceso de trabajo. Un término japonés que es una desgraciada realidad y mata a unas 4.000 personas al año en el país del sol naciente, la mitad por accidente cerebro-vascular o cardíaco y la otra mitad por suicidio. El agotamiento físico y mental es una cosa muy seria.

Por tanto, los beneficios de tomarse en serio las vacaciones son evidentes. Con ellas replanteamos nuestra carrera profesional (el talento es una foto; la carrera es una película), ele-vamos nuestra motivación (que es consecuencia del propósito, la autonomía y la maestría), nuestro entusiasmo. Estas experiencias diferentes nos ayudan a retomar aquello que no es digitalizable: la curiosidad y la creatividad, la emocionalidad y la intuición.

Disciplina: la labor del discípulo, aprendizaje. Disciplinémonos en el descanso estival tanto como lo hacemos en el empleo de nuestro talento, porque ambos son imprescindibles como las dos caras de la misma moneda.