Artículo de Juan Carlos Cubeiro, experto en management, liderazgo y transformación del talento.
Se lo he escuchado esta misma semana, en un Foro con 300 asistentes, a Laura Urquizu, CEO y presidenta de Red Points, una empresa tecnológica de muchísimo éxito (400 profesio-nales que sirven a 1.300 empresas clientes, analizan 75 mi-llones de links diarios), considerada por la Comisión Europea uno de los próximos unicornios, con un valor de más de 1.000 millones de euros. Laura es una de las 50 mujeres más influyentes en Europa en el ámbito de la tecnología y Mejor CEO de start-ups (AED, 2019): Atención a la frase: “No hay ningún estudio hasta fecha que demuestre que la Inteligen-cia Artificial mejore la productividad. En el futuro esperamos que sí, pero de momento, no”.
¿Pero entonces?, como dicen nuestros hermanos del otro la-do del Atlántico. El 30 de noviembre de 2022, con el naci-miento de CharGPT, se supone que cambió todo (un millón de usuarios el primer mes, cien millones de personas el se-gundo), todas las horas que llevamos escuchando y leyendo sobre IA y resulta que no nos sirve para aumentar la produc-tividad.
Y no estamos hablando de un problema baladí. Según los expertos, la baja productividad es el talón de Aquiles (donde más nos duele) y la espada de Damocles (que nos puede cortar la cabeza) de las empresas españolas. Tenemos la productividad más baja de los grandes países de la Unión Europea, no levantamos el vuelo y el desarrollo tecnológico no conlleva en nuestro país mejoras de productividad. Por si todo esto fuera poco, la IA no nos sirve para esto.
Para mejorar la productividad, que es la producción dividida entre el número de profesionales en la empresa o el número de horas trabajadas, acudamos a otra Inteligencia: la huma-na. ¿De qué depende realmente la productividad nuestra y de nuestros empleados?
Como se trata de un cociente, deconstruyamos la producti-vidad en eficiencia (hacer lo que hacemos con menos recur-sos) y eficacia (hacer más con lo que tenemos).
¿De qué depende la eficiencia? De la pasión y de los siste-mas. Tom Peters, el megagurú del management, nos enseñó que “la pasión sin sistema es tan peligrosa como el sistema con pasión”. Para ser más eficientes, las personas debemos gestionar nuestro tiempo (en realidad, nuestra energía), eli-minando en lo posible los ladrones de tiempo y priorizando (que lo importante se imponga a lo urgente). Las culturas presencialistas son muy poco productivas. La eficiencia en gran medida es orgullo de pertenencia.
¿De qué depende la eficacia? Básicamente, de contar con personas con talento, que son más valiosas porque son más productivas. Esto es, de atraerlas, de fidelizarlas, de desarro-llarlas y de lograr que su compromiso (la energía que le po-nen al proyecto) se eleve o al menos se mantenga. Las em-presas con una estrategia clara, con una autentica dirección por objetivos (con KPIs, indicadores clave) son más eficaces.
Eficiencia y eficacia se sintetizan en Liderazgo. Auténtico, no de falsete. “Sé el cambio que quieras ver” (Gandhi). Demos, como líderes empresariales, ejemplo cotidiano de pasión, de ilusión, de disciplina, de buena gestión del tiempo (cuidado con la reunionitis y los interminables emails), de dirección por objetivos, de reconocimiento positivo y constructivo, de empoderamiento, de asertividad en la franqueza.
Tres de cada cuatro “trabajadores del conocimiento” usan la IA habitualmente, porque la necesitan. Menos del 10% de la Alta Dirección la emplea profesionalmente. Mejoremos la productividad: menos cháchara y más acción real.