La plaza del Torico de Teruel recupera el esplendor de uno de sus edificios más emblemáticos, la actual sede de Caja Rural de Teruel, catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC). Su fachada de corte modernista ha sido objeto de una meticulosa restauración que no solo revitaliza su valor patrimonial, sino que también dinamiza el centro de la ciudad. La financiación necesaria ha corrido a cargo de la entidad, que muestra así su “compromiso de ayudar a preservar el patrimonio cultural de la provincia”, uniendo en este edificio de referencia empresa, cultura e historia que son “señas de identidad” de la cooperativa de crédito.
La rehabilitación ha sido dirigida por el arquitecto alcañizano José Ángel Gil y la restauradora Miriam Tomás, tras un proceso que se inició en febrero del pasado año con la petición de permisos. Las obras comenzaron en el mes de septiembre y han permitido redescubrir detalles de la emblemática fachada modernista también conocido como Casa de Tejidos ‘El Torico‘ que fue adquirido en 1981 por la entidad para convertirse en su sede central. El los primeros días tras haber finalizado la reforma la fachada ha lucido el característico color verde de la entidad, aunque la iluminación se adaptará en conmemoraciones anuales, siendo el blanco el que se mantenga habitualmente.
A pesar de que desde el exterior no se advertía, había varios materiales que se encontraban en un estado “preocupante”, recalca José Ángel Gil. Como él mismo explica, este es uno de los ejemplos de restauración de “acción mínima”, ya que han permanecido todos los elementos que componen la fachada, y que es destacada por una decoración profusa, propia de la arquitectura modernista.
Precisamente el gran valor de este tipo de arquitectura se sustenta en los múltiples elementos y materiales con los que está compuesta: la forja, el yeso y la cal, la madera y especialmente la cerámica, con unos volúmenes muy destacados. En la necesidad de atender a las diversas propiedades de estos materiales ha radicado el desafío de la restauración. «Le añadimos a esto el alto gradiente térmico que tiene Teruel, con la fachada orientada al sol de la tarde, y con una radiación muy grande. El gran desafío fue tratar de compatibilizar todos esos elementos que tienen un comportamiento tan heterogéneo en condiciones tan extremas», explica el arquitecto.
El diseño de la fachada del edificio se remonta a 1912 siendo obra de Pablo Monguió, discípulo de Antonio Gaudí. Supone uno de los emblemas del Modernismo que ha sido objeto de estudio por diversos centros, siendo el último la Sapienza Università de Roma, donde José Ángel Gil ha podido exponer el proyecto ante figuras relevantes de la arquitectura mundial.
Noticia vía La Comarca.